Tan misteriosa y oculta entre los días y las noches, tan
necesaria en mi vida y tan ausente como un grito en el horizonte.
Como quisiera que tu imagen saliera de mis ojos y tú nombre
dejara de retumbar en mi mente y te compadeciera por unos instantes de este armazón
de huesos y carne que vive atrapado en este sentimiento tan amargo.
Si no fueras por esas dosis que se escapan de tus labios de pasión
y deseos tocando los míos, es posible que no fuéramos esta aventura
desafortunada que duele por el infortunio de nuestro tiempo que dilatamos entre
escombros de historias bobas para engañar nuestra realidad.
Jugamos a hacernos trampa, a creernos invencible, a que nada
sentimos si nos tocamos, a engañarnos con el pretexto de no herirnos, sin ver
que nos desangramos como un caudal desembocando en el mar.
Quisiera ser realmente invencible, tener la fuerza o el
poder mágico de encadenar esta sensación tan maravillosa que aparece cuando nos
acercamos y desaparecerla, destruirla, ahogara, para que puedas seguir tu
camino sin tropiezo y yo el mío sin dolor.
Oh! Si tuviera el poder, seriamos tan felices, tu corazón no
tendría que morir por los estallidos rítmicos de cuando estamos o no estamos. Ni el mío tendría tantas cicatrices por los
cuchillos de decepciones que vive recibiendo, Oh! Si tuviera el poder, yo fuera
uno más, de eso que no causa falta de aire por un beso, de lo que no busca
oxigeno en las venas, Oh! Si tuviera el poder.
Pero ambos nacimos si el don, solo creamos una ilusión de
control que se desarma cada vez que nuestras miradas chocan y hacen que nos veamos
tan profundamente que podamos entendernos sin hablarnos.
Solo nos toca esperar la magia del tiempo, el saber cómo
sanar si es que podemos hacerlo.
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